-Estoy cansado amigo mío. - Dijo el viejo en voz alta mientras entraba a la cueva- Este tiempo ha sido muy muy bueno, fructífero, diría yo... Pero no creo aguantar más....
-Y yo que... me botaste en esta cueva esperando a que me pudriera...- replicó una voz desde lo más profundo - Incluso mandaste al niño también aqui, que no muy chingón?
-He de decir a mi favor que todo salió bien... menos eso...
-Y como siempre que va mal esperas que te levante y te recupere, y cuando quieras nos vienes a botar, ¿no? ¿acaso eso no es lo que siempre ha pasado?
-Asi es amigo lobo... solo estamos aqui para cuando a el se le ocurra llamarnos, solo que esta vez no solo lo han lastimado... también nos lastimó a nosotros. - Aunque sonase como un niño, se podía oir cierta edad no correspondiente en su voz.
-Y que quieren que haga... que solo me detenga y me desangre? Saben que no puedo con esto solo! - Gritaba el viejo mientras se acercaba al fondo.
-Sigue anciano, como siempre lo has hecho... Nos has dado tiempo de recuperarnos, y creo que ha sido justo a tiempo- respondió el animal.
-Hemos visto lo que has hecho y cuanto has arriesgado... tu juicio es tan malo como el nuestro, pero juntos saldremos adelante...- Dijo como riendo el niño-
-Siempre lo hacemos- Murmuró el vejete mientras caía al fondo de la cueva, sin encontrar nada.
Dos figuras se empezarona formar junto a el, en efecto eran un lobo y un escuincle pequeño y regordete. Entre los dos cargaron el cuerpo del viejo a la entrada de la cueva. La luz del sol empezó a desaparecer los cuerpos del animal y el infante, mientras el viejo recobraba fuerzas y se sentía menos cansado.
Una voz en su interior le decía: "Nunca te rindas, hay algo bueno allá afuera, y mientras has aprendido demasiado". En su exterior sonreía.
"Y yo, viejo amigo, me encargaré de lo que siempre era mi trabajo: hacer que la gente reciba su propia moneda por adelantado, no estarás solo." . Lo cual puso feliz al hombre... ya no tan viejo... ya no tan cansado.
Mientras se ponía de pie metió la mano en uno de los bolsillos de su vestimenta, y tomó un encendedor. buscó en otro y sacó un cigarro... La luz del día ya no le cegaba, al contrario, lo calentaba.
Así se apartó de esa cueva sellandola. mientras pensaba en lo que ahí había ocurrido:
Acerca de un lobo, un viejo y un niño, que no eran tres sino uno y que por separado los habían vencido, pero juntos, con amor, voluntad y esperanza, con odio, furia y orgullo, serían los que los enfrentaran los que encontrarían su destino torcido.
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