Nunca tuve la paciencia para escuchar a mis mayores, al
menos no respecto a espectros y otros aparecidos. Me gustaba creer que más que
espíritus perdidos, se trataba de saltos dimensionales individuales, conscientes
o no.
Sé que suena más extraño que las ideas clásicas, pero de
cierta manera es más reconfortante que pensar que alguien malintencionado puede
quedarse en esta tierra a seguir atormentando a los demás, o que aquellos que
sufren también permanecen para seguirlo haciendo.
Hubo una noche en que comprendí que ambas concepciones
tenían razón, pero lo que perdí para
darme cuenta fue más de lo que hubiese querido… definitivamente podría haber
vivido con esa duda.
Era una noche de finales de septiembre, de esas que suelen
tener ya todo el clima de otoño en un solo momento: el viento, la lluvia
ligera, las hojas de los árboles cayendo tapizando el camino que mi esposa y yo
cruzábamos. Íbamos por un parque rumbo a casa, uno que conocíamos al dedillo
puesto que varias de nuestras citas y salidas como estudiantes terminaban ahí
por la falta de recursos.
Ya hacía años de eso, pero internamente, adoraba pasar ese
parque para recordar la inocencia de esos días, días en que no nos preocupaba
de cual color comprar la ropita o donde íbamos a meter todos los muebles que estábamos
adquiriendo para nuestro retoño. Ambas circunstancias eran disfrutables, pero
digamos que con un sueldo de reportero no puedes darte los lujos que quisieras.
Seguido teníamos discusiones en cuanto a eso, al dinero.
Ella insistía en pedirle ayuda a sus padres, señores inversionistas americanos,
acostumbrados a cierto nivel de vida… hígados, insufribles, fascistas. Jamás
soportaron que su princesa, graduada de la más cara escuela en medicina,
terminara con un reportero de un diario online cualquiera.
Esa tarde no habíamos discutido, por un momento creí que todo
estaba saliendo bien, que las noches de rodar en la cama habían acabado. Nos
acercábamos a un hospital a la salida del parque, nada en particular, solo era
el mejor lugar y el más iluminado para tomar el transporte a esas horas de la
noche. Mi mujer se empeñaba en resaltar lo rica que había estado la cena,
cuando lo oímos.
Era un sonido extraño, como la estática de la radio o el
show de la nieve en la tele a las 3 de la mañana. ¿Raro? Sin duda, pero
provenía de los árboles frente a nosotros,
no era algo que pudiésemos esquivar. Sonido de pasos, acercándose, como
si dos pasos se dieran bien y luego
arrastraran un pie.
Y fue cuando la vimos. De primera impresión hubiera jurado
que flotaba, pero aun escuchaba sus pasos. Era una figura delgada de mujer, vestida
de blanco pero con un sweater cubriéndola, de cierta manera me recordaba a una
enfermera. Su oscuro cabello le cubría el rostro casi en su totalidad y lo poco
de su rostro que se distinguía de su encorvada figura no lucía muy bien,
demasiado pálida.
Cuando levantó el rosto pudimos ver como llevaba las manos
en su vientre y debajo de ellos había una gran mancha rojiza que bajaba hasta
su entrepierna. Caminó hacia nosotros tambaleándose, como ansiosa y fue cuando
preguntó:
“where is my baby?”
Mi esposa, soltándome del brazo acudió a su auxilio, pero al
momento de intentar servirle de apoyo, era como si la traspasara, como si no
pudiera tocarla. La aparición avanzó hacia mi mientras preguntaba una y otra
vez por su bebé. Yo daba pasos hacia atrás en desesperación porque no
comprendía lo que sucedía, a la fecha aún no lo hago por completo.
Instintivamente me cubrí con mis brazos apretando mis
parpados lo más posible para no ver nada y solo sentí como una brisa ligera
cubría mi cuerpo. Abrí los ojos y había
desaparecido aquella chica. Mi pareja, más atenta a protegerme que a su propio
espanto corrió a abrazarme mientras intentaba recapitular lo que habíamos visto.
Caminamos a tomar el transporte intentando calmarnos. La
calle, vacía, no daba pie a que alguien más hubiera visto lo que nosotros
vimos. Cuando un taxi finalmente pasó no podíamos aguantar más y rompimos en
llanto tratando de aclarar nuestras ideas.
Quizás… si solo lo hubiéramos ignorado… Marie seguiría aquí.
1 comentario:
Estoy muy pendejo o porke demonios no se quien es Marie
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