No creo en el destino.
Creer que todo ya estaba decidido como iba a pasar le quita mucho chiste a vivir, es como si todo ya estuviera dicho y no pudieras objetarlo o decir nada.
Los genes y nuestras cicatrices pueden decir de donde venimos, pero jamás dirán hacia donde vamos. Ningún hombre (o mujer) está atado a hacer tal o cual cosa, ni porque le paguen, ni porque lo obliguen, siempre existen diferentes alternativas.
Es por eso que siempre se le buscó el que estuviera equivocado a Euclides, por eso se hizo famosa la geometría no euclidiana (y por cierto tipo llamado Lovecraft) porque no hay nada definitivo, he ahí a la incertidumbre de Heisenberg.
Muchos quizás piensen que han encontrado a la gente que los acompaña en su vida por el destino, que hicieran lo que hicieran terminarían con la pareja con la que están, pero... ¿y la lucha? ¿y el esfuerzo? o, ¿acaso fué tan fácil como solo plantarse en un lugar a cierta hora y decir las palabras que el universo les dictó al cerebro?
Es universalmente sabido que las cosas saben mejor cuando has luchado o sufrido para obtenerlas. Acreditarle al destino el hecho de que las ibas a tener es quitarte el mucho o poco mérito que tienes por haberlas obtenido, además de que es dejar que te lleve el viento.
Tenemos la capacidad de resistirnos a lo que nos ofrezca la vida, de tomar una elección que quizás sea desafortunada pero al final nuestra elección. Nadie nos obliga a tomar la pildora roja o la azul, aunque algunos preferimos la roja.
De igual manera quisiera pensar que nuestro pasado no nos ata ni nos condiciona a nada. Pero, soy un niño tratando de escapar de los juicios del pasado y de tratando de llevar sus pecados uno a auno a la redención cada día. Quien de verdad haya visto a través de mi sabe que muchos de mis complejos vienen de mis acciones en el pasado, las cuales de cierta forma condenaron mi futuro.
Pero aún así, sé que hay esperanza. Nunca he esperado pertenecer a nada, sin embargo me llena de orgullo y felicidad cuando la gente llega a decir algo bueno de mi, no es tan común como algunos pensarían.
Y es que, en definitiva al ser un alma dañada, o incompleta, lo más fácil sería rendirme ya fuera ante mis cicatrices del pasado o ante el conformismo de creer que hay un destino, pero no es así, día a día lucho contra el hecho de creer que mi pasado tiene algo que dictaminar en mi futuro y aborrezco el hecho de pensar que todo ya esté escrito.